El agua, es un recurso sagrado, cuya valía es intrínseca con la vida
Por Altagracia Paulino
Cuando llegué a la adolescencia, luego de conocer la mayoría de las historias de santos que llegaron a mis manos desde que aprendí a leer -a mis padres les gustaba que leyera sobre eso porque querían que fuera monja-, comencé a leer novelas románticas como las de Corín Tellado; esas que desatan una “guerra” entre el bien y el mal y que, finalmente, gana el bien coronado con el amor de una pareja, que para llegar a consolidarlo había atravesado por los más conmovedores dramas.
Entre una lectura y otra encontré el concepto “dignidad”, por lo que le pregunté a mi madre qué era la dignidad. Me lo explicó como pudo, pero entendí muy bien lo que me quería decir con su limitado vocabulario. Para ella, la dignidad estaba relacionada con la “virginidad”, no dejarse tocar de nadie porque si un hombre te tocaba siendo una niña, “estaba afectando tu dignidad como mujer”.
Más adelante encontré la expresión cuando las tropas invasoras asolaron nuestras costas en la segunda invasión de Estados Unidos a nuestro país. Escuchaba los discursos, como el del coronel Caamaño, reivindicando la dignidad de la patria, que repetimos como eco en toda la geografía nacional los dominicanos que sentíamos que la patria estaba herida y mancillada.
Otra persona a la que escuché hablar de la dignidad por mucho fue a don Juan Bosch, cuando reafirmaba que dignidad implicaba respeto por sí mismo. Entonces ya intuía que el concepto era consustancial al ser humano, pero también se vinculaba a lo sagrado, como la patria, los templos y todo lo que debe ser respetado.
El agua, es un recurso sagrado, cuya valía es intrínseca con la vida. El pasado lunes se celebró el Día del Agua, fecha en la que hubo una gran movilización global, con pronunciamientos del papa Francisco, de la FAO, de la ONU, entre otros organismos internacionales e instituciones de la sociedad civil de todo el mundo, alertando sobre la intervención del mercado en el llamado ahora oro azul, porque ha llegado a Wall Street como una mercancía más a colocarse al alcance de quien la pueda pagar a mejor precio. Así ha comenzado el agua a perder su dignidad.
Titulares como: “La FAO alerta del peligro de la mercantilización del agua”; y El papa arremete contra la mercantilización del agua y pide acceso de agua potable para todo el planeta”, mientras que los colectivos de la sociedad civil han reclamado el Derecho Humano al Agua, y no como un bien económico.
Se estima que 2.200 millones de personas viven sin acceso al agua potable, el sector financiero internacional ha visto en esta crisis la oportunidad de crear más riqueza en base a las necesidades humanas, por lo que tenemos en este momento el conflicto entre el derecho humano fundamental a la vida y la codicia del mercado para crear riquezas, a expensas de la existencia de más de la mitad de la humanidad.
La ONU llama a los gobiernos a invertir para garantizar que el agua llegue como derecho a todos y el sector financiero les ofrece a los gobiernos préstamos con el agua en garantía.
El oro entra en el juego porque su valor languidece ante el precio del agua. Cuando veo los capitales buitres detrás del recurso, llegan a mi mente esos violadores que en masa atacan a una joven indefensa.
Nuestras aguas están amenazadas no solo por los capitales, también por las concesiones mineras que ocupan una gran porción de nuestras fuentes acuíferas. ¿Cómo será el Pacto del Agua?