Agua, oro y dignidad

Cuando llegué a la adolescencia, luego de conocer la mayoría de las historias de santos que llegaron a mis manos desde que aprendí a leer -a mis padres les gustaba que leyera sobre eso porque querían que fuera monja-, comencé a leer novelas románticas como las de Corín Tellado; esas que desatan una “guerra” entre el bien y el mal y que, finalmente, gana el bien coronado con el amor de una pareja, que para llegar a consolidarlo había atravesado por los más conmovedores dramas.