“Mami, dañaron el río”, y se escucha la voz de otro niño decir “lo están dañando”- No te preocupes, mi hijo, que estoy grabando todo para subirlo a las redes-. “Ustedes además de dañar el río infectan el vecindario, el mal olor no lo soportamos, voy a grabar la placa, el nombre de la empresa, todo, esto no puede seguir así”.
Es la expresión de una señora-heroína-, en la cercanía del arroyo Jacagua, en Santiago, cuando vio al camión de una empresa dedicada a limpiar pozos sépticos y trampas de grasas verter los desechos en el rio.
La preocupación de los niños, a quienes solo se escucha mientras la señora grababa el daño, me hizo recordar a mi primer nieto cuando tenía cuatro años. Él quería orinar mientras estaba en el rio y pese a que todos les decíamos que lo hiciera en el agua, él se negó porque no quería ensuciar el rio.
Es casi instintivo en los niños no contaminar el “agua que habrán de beber”, no así los adultos como los del camión de la empresa que limpian sépticos, ni en los alcaldes de municipios ni de los gobernantes que deben influir para al menos hacer que se cumplan las leyes.
Por suerte el video que la señora filmó con su teléfono móvil circuló de manera abundante la semana pasada en las redes sociales, y vimos que el ministro de Medio Ambiente intervino, clausuró la empresa, que no tenía permiso para operar, y fueron sancionados conforme a Ley 64-00 de Medio Ambiente.
El daño provocado por verter aguas negras a los ríos y arroyos es un delito grave; afecta a las personas que residen en el entorno, amenaza a la fauna, la flora, la vida del rio y la vida de todos. Es necesario que el Ministerio de Medio Ambiente inicie una gran campaña de concienciación sobre la función de los ríos a los adultos, campesinos y empleados de empresas como la clausurada en Santiago.
Hacer visible la política referente al manejo de los desechos vertidos por los que tienen como actividad productiva la limpieza de pozos sépticos, porque no solo es la empresa de Santiago, existen en todo el país y la verdad es que el crecimiento demográfico se combina con nuevas exigencias humanas como la necesidad de agua potable, que implica también un mayor celo por los ríos y arroyos.
La reacción de los niños de que “están dañando el rio”, muestra una gran sensibilidad por parte de niños y jóvenes también, quienes entienden la necesidad de cuidar fuentes de vida como es el agua.