No todo es malo en la escuela virtual

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Por Altagracia Paulino

Cuando el mundo cambió, nadie estaba preparado para un largo encierro; para iniciar el año escolar con la modalidad que cerró el anterior; para trabajar desde los hogares; mucho menos para quedarse sin ingresos por las suspensiones y despidos generados por la parálisis de la economía global y local.

Nunca imaginamos que, siendo tan gregarios, pasaríamos al distanciamiento físico como estamos obligados y mucho menos que íbamos a suspender “los abrazos que curan”, el toque de manos que alivian los dolores físicos y del alma” y los besos que fluyen en el amor más puro.

También extrañamos a los compañeros de labores, las fiestas, los cumpleaños y el compartir con los amigos; pero el ser humano es adaptable y como lo más imperioso es sobrevivir, en menos de ocho meses aprendimos a usar mascarillas, a lavarnos las manos a cada instante y sobre todo a llorar de pena por esos amigos entrañables que ya no están con nosotros.

Los alumnos de los colegios privados iniciaron sus clases virtuales, lo que ha dado espacio para comentarios de algunas madres que alegan que “las tareas que no hiciste en la escuela las estás haciendo ahora con tus hijos”.

Eso es en parte lo bueno, el hogar es la primera escuela, a un niño de menos de 10 años difícilmente se le olvide las enseñanzas de su primera maestra, la madre.

Las primeras lecciones de historia y geografía las aprendí con mi madre, las primeras letras que escribí me la enseño mi papá, el primer botón que puse en una costura lo aprendí con mi abuela y el primer bordado que hice lo aprendí con mi madre y eso nunca lo he olvidado.

Nunca será igual la enseñanza virtual que la presencial, el maestro será siempre insustituible, una tableta nunca podrá igualar al transmisor de conocimientos, de sentimientos, ni le enseñará a tomar decisiones, a tener espíritu crítico, ni a socializar, pero la plasticidad del cerebro nos permite adaptarnos y vivir conforme a las circunstancias impuestas por el virus.

Esa parte de la transmisión del pensamiento, esa presencia necesaria del maestro deberán asumirla los padres que estarán por primera vez en sus vidas compartiendo un “aula” con sus hijos. Ahí los padres y/o los tutores harán valer su autoridad de manera doble, como padres y como maestros.

“Hasta a lo malo una se acostumbra” es una forma de decir muy común, porque no importan las adversidades, tenemos la capacidad de sobrevivir, de adaptarnos para no perecer y así no solo nos convertimos en profesores sin haber estudiado magisterio, también “reiniciaremos” el cerebro e incluiremos nuevos conocimientos.

Nos acostumbramos a las reuniones, talleres, conferencias, el teletrabajo y hasta la Asamblea General de las Naciones Unidas se celebró a través de una plataforma virtual.

La vida sigue, y el supremo derecho es a seguir viviendo mientras se pueda, es lo que nos da las fuerzas para resistir y es lo que hemos demostrado en este año adverso que, además, ha servido para aquilatar la capacidad plástica del cerebro de transformarse y adaptarse, y volver a la otra realidad que nunca será la de antes de marzo, pero seguro que todo lo que ha pasado transformará nuestras vidas, porque venimos del “homosapiens”, generador de todas las inteligencias conocidas.

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