Por Altagracia Paulino
A finales del siglo pasado, cuando comenzábamos a visualizar el “nuevo milenio”, este que lleva ya 20 años, se nos Vendió un nuevo orden económico, para el que debíamos estar bien preparados como país porque la “globalización” y la liberalización de los mercados era irreversible; era mejor montarnos en el tren que quedarnos fuera y sufrir las consecuencias.
Era mejor, según los defensores, comprar arroz de Vietnam, que el producido aquí; era preferible comprar pollos de Brasil, que los de aquí; y eran más convenientes los tratados de libre comercio, que aferrarse a producir todo lo que necesitamos para garantizar la supervivencia de los dominicanos. En esto de los tratados se nos promete que habría rebajas en los productos de primera necesidad y tendríamos suficientes ofertas en el mercado de bienes y servicios.
Antes de que entrara en vigor el libre comercio, en nuestro país hubo dificultades con productos básicos y de gran consumo, se produjo escasez de alimentos, de combustibles, en fin, era siempre preferible la apertura del país al mercado internacional y participar de esa globalización que nos enseñó a comer Sushi, que llegaran todas las cadenas de comidas de todo el mundo y entrar al gran mercado de la moda y las marcas mundiales.
En silencio, aparentemente sin prisa y sin pausa, el mercado llegó a nosotros y asimilamos el consumismo. Era como algo que necesitábamos, consumir igual que en todas partes del mundo; el precio no importa si es de marca, y mientras más cara mejor por el estatus que da vestir, calzar o usar una cartera del modisto más famoso.
Estos 20 años han sido tan intensos, que muy pocos logramos pensar que el poder desplazarnos por el mundo en 24 horas y hacer negocios virtuales y reales desde todas las latitudes, no representaba ningún peligro.
Solo un visionario como Barack Obama vaticinó que podría venir una pandemia para la cual el mundo no estaba preparado, y así fue. En diciembre del 2014, el entonces presidente habló de la necesidad de invertir en ciencia y en salud para enfrentar la llegada de una enfermedad desconocida, que en un mundo globalizado tiene una velocidad de contagio mucho más rápida que la que podía tener una gripe de similares características en décadas pasadas.
“Puede ocurrir, y probablemente puede que llegue, un momento en el que nos tengamos que enfrentar a una enfermedad mortal”. Agregóque, “para lidiar con ella, necesitamos una infraestructura, no solo aquí sino en todo el mundo, para poder detectarla y aislarla rápidamente”.
Y… seis años después llegó el COVID-19, encontró un sistema sanitario tan débil que ya pasamos los tres millones de infectados, más de 200 mil fallecidos y siguen aumentando. Como esta amenazada la vida y el ser humano, que es el motor del mundo, la economía está colapsada y hemos tenido que volver a lo primario.
Ahora es más importante los desinfectantes para las manos que las cremas para suavizarlas, como las de Victoria Secret, o cualquiera de esas marcas muy caras del mercado mundial; dos onzas de “Manitas limpia” son mas importante que un perfume Chanel 5; Un barbijo es más necesario que unas gafas Chanel, Gucci u otras de las tantas que se ofertan; una bata para cubrir el cuerpo es más importante que un vestido de Carolina Herrera; estar distanciados es tan necesario como eran antes las reuniones de negocios y, unos guantes desechablestienen más valor ahora mas que un reloj Cartier.
El virus es el enemigo para vencer y aunque cambiemos de hábitos, viviremos.
