Por Altagracia Paulino
Mis cuatro hermanos y yo tuvimos segura nuestra alimentación en los primeros años de vida, igual que todos los hijos de las mujeres contemporáneas de mi madre, que solo dependían de sus senos prodigiosos para amamantar a sus criaturas, tal como lo hacen todos los mamíferos de la tierra y del mar.
El instinto de sobrevivencia hace que desde que nacemos busquemos de inmediato el seno de la que nos trajo al mundo, a pocas horas de salir del vientre los bebés suben hacia los senos a buscar su comida. Es un acto milagroso, está en el ADN de cada uno buscar la comida como la primera necesidad de los seres vivos.
La alimentación más segura que tenemos los humanos es la leche materna, la verdadera leche, no una fórmula como se creó a mediados del siglo pasado, cuando millones de niños fueron privados de su alimentación primaria para ser sustituida por fórmulas que no son tan seguras para la salud de los bebés como lo es la leche que por naturaleza tenemos las madres.
El alimento inocuo, nutritivo, seguro y capaz de fortalecer el sistema inmunológico de los niños es la leche materna, no hay duda, y las mismas empresas fabricantes de las fórmulas están obligadas en otros países, no así en el nuestro, a sugerir en la información de sus etiquetas que la mejor leche es la de la madre. Existe en el país la Ley 8-95, que declara prioridad la promoción y fomento de la lactancia materna, pero es otra de las leyes pendiente por cumplir.
Es importante poder seguir escribiendo de la leche materna y los bebés, pero esta vez debemos pensar en la seguridad alimentaria de los adultos, de los consumidores, muy tomados en cuenta en la Resolución 39/85 de la ONU, donde surgieron las primeras directrices para la Protección de los Derechos del Consumidor y desde donde salió fortalecido el Codex Alimentarius, el organismo técnico internacional para proteger la salud de los consumidores.
La Seguridad Alimentaria se entiende como la provisión de alimentos de manera sostenible para que nadie pase hambre en el mundo, pero en los países donde tienen resueltas las necesidades básicas, el concepto tiene también agregado otros valores como alimentos seguros, inocuos y las alertas rápidas en caso de que se descubra algún elemento contaminante que pueda atentar contra la salud de los ciudadanos en su relación con el mercado: los consumidores.
Los países de la Unión Europea lograron en los últimos 20 años un sistema de seguridad alimentaria, calificado como uno de los mejores del mundo, porque tiene como objetivo primordial salvaguardar la salud de todos los ciudadanos.
Para lograr que fuera posible han intervenido la ciencia que evalúa los riesgos; autocontroles realizados por las empresas, que garantizan alimentos seguros en el mercado; las leyes, que regulan las formas de producir los alimentos para evitar posibles riesgos; la vigilancia y cumplimiento efectivo de las mismas, y una red rápida de información, que impide que riesgos graves a la salud puedan llegar con los alimentos a los consumidores, ya que algunas malas prácticas pueden ocasionar daños a la salud. Para hacer posible la provisión de alimentos seguros con las características señaladas, se coordinan los organismos competentes de la administración general del Estado junto con las empresas.
A pesar de los indicadores macroeconómicos del país, la brecha de la desigualdad no permite que la mayoría de la población tenga acceso a alimentos seguros desde el punto de vista de la inocuidad, porque todavía disponemos de venta de alimentos en las calles sin ningún tipo de regulación sanitaria.