La información veraz en las etiquetas

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Hace exactamente 20 años conocimos de la existencia de los alimentos “transgénicos”. Fue en 1999, cuando en una conferencia regional de Consumers International, celebrada en Panamá, escuchamos por primera vez la existencia de este tipo de alimentos provenientes de la biotecnología y que causó un gran debate entre la comunidad científica.

Para los consumidores y sus organizaciones fue de gran impacto y generó discusiones muy fuertes en los distintos foros regionales, en los diferentes países, muchos de los cuales se sometieron a la aplicación del principio de precaución por desconocer los riesgos a la salud que podrían generar estos alimentos.

Entre las medidas precautorias que se tomaron podemos destacar la moratoria de 20 años asumida mediante ley por el Congreso peruano, como una forma de proteger la variada biodiversidad de ese país, la defensa de los distintos ecosistemas que lo conforman y que le ha proporcionado el estatus de poseer la segunda gastronomía del mundo basada en su cultura alimentaria.

La moratoria prohíbe el ingreso de las semillas genéticamente modificadas al territorio peruano, para impedir la contaminación de sus suelos y seguir la producción tradicional de las distintas zonas, las cuales han sido sustentables y permiten la exportación de sus excedentes. La polémica de los alimentos genéticamente modificados llegó lejos: Europa pidió que los mismos fueran rotulados, la mayoría de los países hicieron lo mismo, pero Estados Unidos mantuvo la oposición hasta el año 2011.

Fue el presidente Barack Obama, quien en el año 2011 decidió que los alimentos genéticamente modificados y sus derivados fueran etiquetados para que, con los mismos, los consumidores ejercitaran el derecho a la información y a decidir si lo consumían o no. Que fuera una decisión informada de los consumidores.

Desde entonces en Estados Unidos los alimentos que contienen OGM lo reflejan en la etiqueta, y los ciudadanos están debidamente informados. Definitivamente, están en el mercado, y el territorio dedicado a esos cultivos implica una extensión de 190 millones de hectáreas.

Cuando aparecieron los “alimentos transgénicos” los defensores de los cultivos alegaron siempre que con los mismos iba a desaparecer el hambre en el mundo, sin embargo, cifras de la FAO de julio de este año indican que 820 millones de personas en el mundo padecen hambre y que esta situación no ha cambiado en los últimos tres años.

Estados Unidos es el principal socio comercial del país, pero todavía nuestras importaciones vienen rotuladas en inglés, pese a que tres leyes demandan el etiquetado en el idioma local; la información sobre OGM no es exigida en el país, pese a que nuevas formas de alergias han sido identificadas igual que la resistencia a los antibióticos que pudieran perfectamente estar vinculadas a las nuevas ofertas alimenticias del mercado mundial.

Varios colectivos de la sociedad civil de América Latina y el Caribe han propuesto la implementación del etiquetado frontal de advertencia de alimentos, porque la seguridad alimentaria no es solo garantizarla, sino que la misma este acompañada de otros componentes vitales como la inocuidad, y que los alimentos no signifiquen factores de muerte por enfermedades no transmisibles.

El derecho a la información es fundamental, si la etiqueta no refleja la verdad de lo que nos informan no hay transparencia, un concepto clave en las buenas relaciones del mercado.

 

Por Altagracia Paulino

Fuente: Periódico Hoy

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