La cruda realidad de la que aún no podemos escapar

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Durante 17 años de trabajo la educación al consumidor y el panorama han cambiado considerablemente: vamos avanzando hacia una economía mundial mucho más conectada y globalizada. Este hecho, sin lugar a dudas, impone desafíos en la manera en que las organizaciones de consumidores debemos desplegar nuestras acciones para lograr mayor educación y protección en nuestros países.

Uno de los temas más relevantes que se posiciona en varios países del mundo, y en especial en aquel del que vengo, es el creciente aumento en el acceso al crédito que experimentan las personas y que configura una nueva realidad en la calidad de vida de las personas.

Según datos del Banco Mundial, en el año 2018 el 69% de los adultos del mundo – 3.800 millones de personas – está bancarizada, lo que para este organismo internacional es un signo de que la inclusión financiera está creciendo.(1)

En Chile, mi país, la situación es muy similar al contexto mundial. El 63% de las personas mayores de 15 años está bancarizada, llegando a existir en el país una cantidad de 21 millones de cuentas corrientes y vista, número incluso muy por encima de la población total de Chile.(2)

Lo anterior demuestra la preocupación que debemos tener sobre el creciente desarrollo y avance del Mercado financiero, y cómo poder contribuir a que este Mercado no se transforme en un dolor de cabeza para los consumidores sino en una herramienta que ayude a mejorar la calidad de vida.

¿Cómo podemos lograr esto? La respuesta podría ser bien sencilla, pero a la vez algo ligera: aumentando la educación financiera de los consumidores.

La educación financiera se ha posicionado como la herramienta más idónea a la hora de conversar sobre cómo generar mejores condiciones para que los consumidores accedan de manera segura y responsable a los servicios financieros. La OCDE ha definido a la educación financiera como el proceso por el cual consumidores/inversionistas financieros mejoran su comprensión de los productos financieros, los conceptos y los riesgos, y través de la información, instrucción y asesoramiento objetivo, desarrollan las habilidades y confianza para ser más conscientes de los riesgos y oportunidades financieras, tomar decisiones informadas, saber a dónde ir para obtener ayuda y ejercer cualquier acción eficaz para mejorar su bienestar económico.(3)

Sin lugar a dudas esta definición nos entrega una multiplicidad de elementos que nos permiten arribar al menos a una noción esencial de dicho proceso. Sin embargo, durante los años que he trabajado la educación financiera he ido constatando y observando que en muchos casos dicha educación se imparte o desarrolla de una manera algo fuera de contexto o, al menos, sin elementos clave que permiten determinar la importancia de desarrollar habilidades financieras y de usarlas cuando debo tomar una decisión.

El contexto es el siguiente: hoy, el endeudamiento y el crédito se han desplazado desde ser un capricho o un lujo a ser una necesidad. Millones de personas, al menos en Chile, requieren el crédito y el endeudamiento para poder tener una calidad de vida, al menos, óptima. Y no lo digo como defensa al negocio financiero o bancario, sino más bien es un llamado de atención a cómo se ha avanzado, de manera dramática, a mercantilizar nuestros derechos sociales esenciales que nos permiten tener una mínima calidad de vida.

Hoy, en Chile, no se concibe acceder a la salud, educación, vivienda y jubilación sin endeudarse. Los altos costos y el abandono del estado a estas labores fundamentales, y la entrega de las mismas a manos privadas, hace que el endeudamiento pase a ser un “mal necesario”. Y esto debido a que el encarecimiento del costo de vida, los bajos salarios y el pago de los derechos sociales provocan que las personas, de manera paradójica, no usen muchas veces el crédito para la compra de bienes o servicios de entretenimiento, tecnología y electrodomésticos, entre otros, sino que lo usan para comer, vestirse, trasladarse o simplemente para tomar un café y olvidar lo ajetreado del día.

Es por ello que la educación financiera que trabajamos y desarrollamos tiene que ver primero con un diagnóstico estructural: las personas se endeudan porque de otra manera no logran sobrevivir en este sistema. Y, por lo mismo, comenzamos identificando el problema estructural y posteriormente desarrollando conceptos, herramientas y estrategias que permitan optar por un consumo responsable.

Me interesa dejar instalado, más que nuestras iniciativas, una reflexión sobre cómo hoy debemos enfrentar la educación financiera y el endeudamiento.

Pablo Rodríguez Arias

Director Ejecutivo

Asociación de Consumidores y Consumidoras FOJUCC

(1) http://www.bancomundial.org/es/news/press-release/2018/04/19/financial-inclusion-on-the-rise-but-gaps-remain-global-findex-database-shows

(2) https://m.elmostrador.cl/mercados/2017/03/28/abif-saca-pecho-por-bancarizacion-en-chile-cuentas-corrientes-y-vista-se-han-triplicado-en-la-ultima-decada/

(3) https://www.oecd.org/daf/fin/financial-education/OECD_CAF_Financial_Education_Latin_AmericaES.pdf

 

Fuente: Consumo y Ciudadanía.org

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