Juan Hernández y Magín Díaz

Juan Hernández y Magín Díaz

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No conocía a Magín Díaz hasta el 11 de diciembre del pasado año, cuando nos topamos en la funeraria a dar el último adiós a Juan Hernández Batista, primer director de la Dirección General de Impuestos Internos (DGII), institución recaudadora que surge como parte del proceso de modernización del Estado, iniciado en el primer gobierno del expresidente Leonel Fernández.

Para las personas de más de 15 años, tal vez la DGII fue una institución que siempre existió, pero no es así. Antes existían dos recaudadoras: Impuesto sobre la Renta y Rentas Internas. La primera se encargaba de recaudar los impuestos que solían pagar algunas personas, la segunda de vender sellos certificados y otros requerimientos de los ciudadanos, por lo que había que pagar a veces una suma que no se compadecía con la inversión en la impresión de los insumos.

A Juan Hernández, mi querido amigo, le tocó darle forma a la institución, le impregnó su sello y logró ganar el respeto y la admiración hasta de los que pagan impuestos, una acción a todas luces “odiosa” porque a nadie le gusta tributar.

El propósito de esta entrega no es contar esta historia, sino rescatar un fenómeno hasta cierto punto extraño en la administración de nuestro Estado, como es la continuidad de las cosas y mejorarlas.

Recuerdo perfectamente cuando Guarocuya Félix asumió la dirección de la DGII, que reconoció la labor de Juan Hernández y se comprometió a seguir en la línea de dedicación y servicio igual que como lo había hecho Hernández.

Luego llegó Magín Díaz, actual director, que ha seguido muy puntero en la exitosa gestión que inició Hernández y hasta fue capaz de rendirle un homenaje en vida, justo un mes antes de Juan dejar este mundo.

Quien dijo el panegírico en el cementerio fue Magín, quien asiste a las misas casi siempre los días 11 de cada mes es Magín, que no solo reconoció el valor de Juan al frente de la entidad, sino que se nutrió de sus conocimientos y fueron aliados en la búsqueda de una buena recaudación para que el Estado cumpla con sus compromisos.

Que yo sepa, la relación entre Hernández y Díaz fue por el vínculo meramente institucional, donde el segundo reconoció los grandes aportes de un gestor como Juan Hernández, que le dio autoridad, respeto e implantó el esquema de legitimidad institucional que Magín ha seguido con gran entereza.

Eso se llama respeto por el pionero, por la institucionalidad, por la continuidad del Estado que es la mejor manera de comenzar a señalar el camino en la construcción del Estado Social y Democrático de Derecho.

Es una enseñanza también porque hay “gerentes” y “directores” que llegan a los puestos y en vez de engrandecer lo que hizo el anterior, o el pionero que dejó una buena marca, tratan de borrarlo sin reconocer los aportes, y en vez de engrandecer la institución a la que han llegado la disminuyen hasta casi hacerla desaparecer.

Cuando una institución ha creado sus manuales de procedimientos, apegados a la legalidad y legitimidad, al que llega le toca engrandecer, no disminuir lo que ya se ha establecido como orden institucional.

Magín puso su sello sin dejar de conocer el bien ganado nombre de la DGII que le impregnó Juan Hernández, una hermosa forma de honrar un legado y engrandecer la institución.

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