Homicidio, asesinato, crimen y lo que termina con la vida de una mujer es feminicidio

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Cristina fue una joven que a los 12 años fue violada en un campo de Jarabacoa, su padre hizo que el violador se la llevara a convivir con ella y a los 16, con dos niños, la casaron con su verdugo con quien procreó dos hijos más.Antes de los 20 años era madre de cuatro. Muy joven y además bonita, trabajadora incansable para ayudar que sus hijos vivieran con la dignidad que ella no pudo lograr por la ignorancia de su padre, y la vida que le toco con su “esposo”.

Cuando cumplió 28 años se congregó en una religión en la cual hizo nuevas amistades, su esposo no quería que ella participara de la nueva religión alegando que no se debía cambiar de la que siempre habían profesado.

Ella, llena de fe siguió asistiendo a sus reuniones regulares en la nueva iglesia sin dejar de trabajar ni de “atender las obligaciones hogareñas”, pero no le bastaba al esposo, sentía que el tiempo que le dedicaba a practicar su fe se lo restaba a él.

Una noche borracho, la tomó por su larga cabellera, la arrastró hasta la cocina, buscó un cuchillo, le cortó una oreja, le infirió varias heridas y no llegó a consumar el crimen porque dos de los hijos se la arrebataron, la encerraron en el baño y pidieron auxilio.

El se fue sin rumbo conocido, ella fue llevada al hospital por los vecinos y allí dieron parte a la Policía; ella se querelló en la Fiscalía, pero al no dar con el paradero del verdugo, la llevaron a una casa de acogida donde duró tres meses, al cumplirse el plazo sin que el verdugo apareciera ella debió abandonar el lugar sin tener a dónde ir.

Tenía miedo de volver a su casa, el verdugo podía aparecer a completar su obra macabra. Cristina fue a la casa de una amiga por varios días, hasta que logró un trabajo: cuidar una villa en un centro de veraneo. La dueña del lugar les dijo a los varones que trabajaban con ella, que se trataba de una prima y que debían ayudarla y respetarla.

La señora le cambió el nombre y el corte de pelo por si acaso el verdugo se aparecía por el lugar. Al pasar el tiempo uno de los empleados de la villa descubrió que Cristina no era familia de la doña y se atrevió a “enamorarla” y como ella no asumió sus pretensiones trató de violarla. Ella se defendió, se encerró en una habitación y llamó a la señora, quien de inmediato canceló al nuevo abusador.

La dueña de la villa cuenta que Cristina le comentó que fue violada a los 12 años, que se resignó a vivir una especie de viacrucis que soportó por sus hijos, pero los 16 años que vivió con su verdugo fueron de violaciones constantes porque nunca sintió amor por ese hombre, quien por poco le quita la vida.

Esta es una historia de la vida real como lo son los casos de asesinatos, de mujeres, una cada dos días según los datos, pero la comunidad jurídica dice que no existe en la doctrina el término feminicidio, que se trata de homicidio. Ellos alegan que los hombres no andan cazando mujeres para asesinarlas y yo digo que la cultura jurídica se construye con la costumbre y como el homicidio de mujeres por las mismas causas se ha vuelto una costumbre, el feminicidio deber se integrado como figura en el lenguaje jurídico, al menos así lo hemos asumido ya.

Por Altagracia Paulino
Fuente: El Periódico Hoy

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