Fecha de caducidad

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La fecha de caducidad es el plazo que garantiza que los alimentos perecederos se pueden consumir sin suponer un riesgo para la salud, siempre que se sigan las instrucciones del fabricante sobre las condiciones de conservación y uso. Esta indicación es una medida de seguridad alimentaria que aparece en los alimentos perecederos, que son aquellos en los que los microorganismos pueden sobrevivir y multiplicarse fácilmente como la carne, el pescado, las verduras, los preparados lácteos líquidos o los productos frescos de panadería y pastelería. Una vez pasada la fecha, no deben consumirse porque no se puede asegurar su inocuidad, ya que el producto puede estar en mal estado, estropeado o incluso ser peligroso por la presencia de bacterias patógenas.
Los alimentos envasados perecederos deben indicar este plazo en el etiquetado con la mención “fecha de caducidad” seguida de la propia fecha (día, mes y en ocasiones, el año) o señalando en qué parte del envase se puede encontrar esta información. Además, es obligatorio que se indiquen los requisitos de conservación de ese alimento (por ejemplo, “mantener refrigerado entre 0ºC y 8ºC”) para que el consumidor pueda mantenerlo en buenas condiciones hasta su consumo.

Ante la llegada inminente de la fecha límite, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) aconseja congelar el alimento para alargar su vida útil. Eso sí, la descongelación deberá hacerse correctamente (en el frigorífico o en el microondas, nunca a temperatura ambiente), habrá que cocinarlo de modo adecuado (asegurándose de que el centro del producto alcance 65-70ºC) y consumirlo en menos de 24 horas.

¿Qué diferencia existe con las de consumo preferente?

El Reglamento 1169/2011 sobre información alimentaria facilitada al consumidor distingue dos formas de etiquetar la vida útil de los alimentos: con la fecha de caducidad, para los productos microbiológicamente perecederos; o con la fecha de duración mínima (o fecha de consumo preferente), para los productos que son seguros y conservan sus propiedades durante periodos de tiempo largos.

Los productos con fecha de consumo preferente, aquellos sobre los que se pone la leyenda ‘Consumir antes del…’, son alimentos no perecederos porque sus propiedades (baja actividad de agua, valores de pH extremos…) dificultan el desarrollo de microorganismos o porque han recibido un tratamiento que prolonga su conservación (como la esterilización). Se trata de alimentos estables y duraderos.

Eso sí, en el caso de los alimentos esterilizados, como las conservas y la leche UHT, una vez abiertos pierden la esterilidad y pasan a ser alimentos perecederos que hay que conservar siguiendo las instrucciones del fabricante (generalmente a refrigeración) y consumir en un plazo breve de tiempo (si se supera pueden ser peligrosos).

La fecha de consumo preferente garantiza que los alimentos mantienen sus propiedades organolépticas (aroma, color, sabor, textura…) hasta su vencimiento. Por lo tanto, se relaciona con la calidad del producto. Una vez superada esa fecha el alimento puede presentar alteraciones indeseables en sus características (enranciamiento de las grasas, pérdida de color, cambios en la textura). Seguirá siendo seguro y no supone un problema para la salud del consumidor, pero no responderá a sus expectativas.

Como idea clave: la fecha de caducidad se relaciona con la seguridad del alimento y la de consumo preferente está asociada a la calidad.

Existe una excepción: los huevos. Aunque llevan fecha de consumo preferente (y no fecha de caducidad) no deben consumirse pasada dicha fecha porque sí podrían provocar intoxicaciones alimentarias.

Dentro de los alimentos con fecha de consumo preferente encontramos el aceite, la harina, las galletas, los aperitivos salados, la pasta, los embutidos, el queso madurado, el huevo, las legumbres, los cereales, la miel, las latas de conserva o los bricks de leche UHT, como algunos ejemplos.

Fuente: WebConsultas.com

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