Envases de plástico para alimentos, ¿tienen los días contados?

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Los materiales que pueden emplearse en contacto con los alimentos son numerosos, desde el vidrio, la silicona, el acero inoxidable y, por supuesto, el plástico. Los materiales y objetos destinados a entrar en contacto con los alimentos, tanto envases como equipos de cocina, cubiertos o platos, reciben numerosos controles que aseguran que su uso no supone un riesgo para la salud. En la Unión Europea, y según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), el plástico es uno de los materiales en contacto con alimentos más comunes. La seguridad de este y otros materiales requiere su evaluación como productos químicos y deben estar fabricados conforme a las regulaciones de la UE, incluidas buenas prácticas de fabricación, con el fin de que cualquier migración a los alimentos no suponga riesgos, cambie su composición o modifique su calidad, como el olor o el sabor. La legislación europea sobre materiales en contacto con alimentos establece que estos materiales no deberán ceder sus componentes a los alimentos en cantidades que puedan suponer un riesgo para la salud humana.

Plástico para alimentos, dónde está el problema

El plástico, por sí solo, no es un problema ya que las moléculas de polímero a partir del cual está hecho son demasiado grandes para pasar del material del envase al alimento. Sin embargo, el plástico puede contener moléculas mucho más pequeñas que sí pueden migrar a la comida. El problema radica sobre todo en dos sustancias: el bisfenol A (que se añade para hacer un plástico duro y transparente) y los ftalatos (que se agregan para hacer un plástico blando y flexible), disruptores endocrinos, compuestos que pueden tener riesgos sobre la salud porque imitan a las hormonas humanas, y no para bien.

Las investigaciones sobre el bisfenol A se han sucedido de manera paulatina desde el año 2006. En una de las primeras evaluaciones de la EFSA, se estableció una ingesta diaria tolerable (IDT) de 0,05 mg/kg/día para esta sustancia. En 2008, otro estudio analizó las distintas capacidades de los niños y adultos para eliminarla del cuerpo y se confirmó que la exposición humana era inferior a la IDT establecida dos años antes. En 2010, y tras una revisión exhaustiva, la EFSA concluyó de nuevo que no había pruebas que hicieran cambiar la IDT. En 2012, sin embargo, se rebajó a los 0,04 mg/kg/día. Ahora, la EFSA lleva a cabo una nueva revisión tras la publicación de un informe que plantea preocupaciones sobre los efectos de la sustancia en el sistema inmunológico de bebés. Según el Centro Europeo de Información sobre el Bisfenol A, «para alcanzar el nivel de IDT para toda la vida, una sola persona que pesa unos 60 kilos tendría que consumir unas 1.800 latas de bebida al día». La EFSA se ha dado un plazo para 2017-2018 para solucionar y acabar con las dudas que genera esta sustancia.

En cuanto a los ftalatos, existe una creciente preocupación de que los productos químicos podrían representar una variedad de riesgos en la salud de las personas. En 2012, un estudio encontró una fuerte asociación entre la presencia de esta sustancia y la diabetes. En 2013, otro corroboraba su relación con el riesgo de distintas enfermedades alérgicas en niños. La UE ha limitado el uso de esta sustancia química (hay límites legales a la cantidad de ftalatos que pueden migrar del envase a la comida). Estos disruptores endocrinos no están unidos químicamente al polímero de plástico, motivo por el cual el calor o las ondas de microondas hacen que se liberen de los envases de los alimentos y migren a la comida.

Sin embargo, aunque estos compuestos son peligrosos en altos niveles de exposición, debe tenerse en cuenta que la opinión científica está dividida sobre el riesgo sobre los niveles a los que estamos expuestos. Pero hay una creciente evidencia científica de que, incluso en estos niveles bajos, estas sustancias pueden causar problemas de infertilidad, cáncer de mama y enfermedades del corazón y diabetes.

Precauciones

El uso de los envases plásticos es muy generalizado, ya que resultan útiles para conservar y almacenar alimentos. Pero también plantean ciertas cuestiones, como si supone un riesgo descongelar o calentar la comida en estos envases en el microondas o si todos sirven para las mismas funciones. Pero una de las principales dudas es la posible migración de sustancias químicas a los alimentos.

Para una utilización segura, primero debe comprobarse que son de uso alimentario, que se encuentran en buen estado y que no tengan cortes o cualquier otra imperfección. Es importante recordar que buena parte de la seguridad de estos envases depende de cómo se emplean y limpian. Las instrucciones de uso ayudarán a saber cómo utilizar el envase, ya que en ellas deben especificarse las condiciones de temperatura y tiempo. Además, deberán tenerse en cuenta otras pautas:

  • Lavar los recipientes bien después de cada uso para evitar que, con el tiempo, acumulen manchas y olores.
  • No calentar en el microondas alimentos con bolsas que no sean específicas para ello.
  • No emplear la tapa para calentar, ya que en la mayoría de los casos no soportan las altas temperaturas.
  • Si se congelan, deben evitarse golpes y posibles cortes que puedan estropearlos.

 

Fuente: Eroski Consumers

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