El ciudadano como elemento clave para impulsar la economía circular

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La semana pasada nos referimos a la economía circular como una visión inteligente del futuro y los desafíos para el país, partiendo de que todavía carecemos de una política clara respecto a los desechos sólidos y otras implicaciones que nos mantienen bastante lejos de las posibilidades de involucrarnos en la economía circular.

Observando lo que ocurre en otros países con los desechos, nosotros estamos en pañales. Todavía no se clasifica la basura, los ciudadanos no solo la tiran a las calles, sino que también hay empresas que tiran sus desechos a los ríos sin que haya consecuencias, y las iniciativas referentes al tema no tienen eco en las distintas instancias donde debe escucharse.

En España, los expertos del grupo de Reflexión sobre la economía circular hablan de diez líneas de análisis a tomar en cuenta, justo en un país que tiene más de 20 años educando a los ciudadanos sobre la clasificación de los residuos para un mejor manejo, que es la manera inicial de incursionar en la economía circular.

Entre estas líneas figuran el ámbito económico, el de la innovación, el técnico de la mejora de recogida selectiva, el de la ciudadanía, el de la formación, el de la transparencia, la comunicación, la educación, la ciudadanía, las empresas, la administración (el Estado) y la interrelación de los actores implicados.

Esta visión implica medidas concretas, como será la puesta en marcha de un sistema de pago por generación, partiendo del principio de “quien contamina paga” para establecer un marco sancionador y de recompensa para cambiar el comportamiento frente a los residuos y los problemas derivados de estos.

El grupo pone de relieve la importancia de dar a conocer al ciudadano el costo real de la gestión de sus residuos, como una forma de provocar la reacción de estos frentes a la sanción y a la recompensa. Esto implica desterrar la idea de que el reciclaje solo beneficia a las empresas gestoras y recicladoras sin recibir nada a cambio, es decir que en esta actividad debe primar la idea de que todos ganamos.

El grupo ve todo el paquete como responsabilidad compartida y advierten que “una manera de conseguir un compromiso por parte del ciudadano para cambiar sus hábitos, hay que pasar de la tercera persona a la primera, sin culpabilizar al consumidor, pero concienciando e incentivando prácticas sostenibles”.

Recomiendan también la inversión en documentales, laboratorios virtuales y otras herramientas de difusión de gran utilidad en la generación de los cambios pertinentes para hacer del manejo de los residuos una cultura distinta a la observada hasta el momento.

Los expertos enfatizan en la necesidad de la participación ciudadana en la toma de decisiones, la importancia de la transparencia y advierten que la gestión de residuos debe estar totalmente despolitizada, incluyendo la información sobre el tema.

Igualmente resaltan la educación y la innovación orientada a la prevención del residuo mediante el ecodiseño y a la reducción del impacto ambiental asociado al uso de materiales; también propone el fomento de iniciativas favorables para el consumo responsable, como rebajar los precios de los productos por vencerse para reducir el desperdicio de alimentos.

Es preciso recalcar que un litro de aceite usado (doméstico) contamina mil litros de agua, esto hay que fijarlo en la mente de todos, pero también debemos informar qué hacer con ese aceite, dónde lo podemos llevar, en qué tipo de envase lo llevamos y que es un producto reciclable del que se obtienen beneficios económicos para las partes involucradas. Es un negocio.

 

Por Altagracia Paulino

Fuente: Periódico Hoy

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