Cuando un amigo se va queda un espacio vacío…

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A Juan Hernández

Hoy quería escribir sobre el valor del o los equipos humanos que hacen posible el empuje de las empresas, la responsabilidad social de las corporaciones respecto a la seguridad de sus empleados y colaboradores, las normas internas de las mismas para garantizar la sobrevivencia en medio de los desastres sean estos externos o endógenos, pero no, debo dejarlo para otro día. Hoy estoy muy triste, y el ánimo no me lo permite, estoy de luto.

Se nos fue Juan Hernández, mi compadre, amigo entrañable, el hermano que siempre estuvo a nuestro lado en las buenas y en las malas, el funcionario capaz, el hombre alegre y bueno que muchos conocimos, pasó a otro plano tras haber librado una gran batalla contra la muerte.

Ese Juan Hernández, brillante, con mucho sentido común e inteligencia emocional nos dejó como legado, no solo saber recaudar impuestos, también su eterna sonrisa que hacia menos pesada la carga para los contribuyentes.

Se hizo famosa una construcción como esta: “Con su sonrisa logró forjar una institución y hacer que la gente pagara impuestos”. Sin ceder a sus principios y a las normas institucionales, siempre buscó la forma de armonizar y lograr que los contribuyentes entendieran el compromiso social que implica el pago de los tributos al Estado.

El 2 de noviembre fue reconocida su gran labor al frente de la Dirección de Impuestos Internos, en la DGII, se le hizo un homenaje en el que habló lleno de emoción y al pararse en el podio, además de su gran sentido del humor, salió lo humano, lágrimas de emoción y de gratitud que les fueron compensadas con una ovación de cerca de 5 minutos.

Nos alegramos de que se le reconociera en vida sus grandes aportes y sus antiguos compañeros y empleados de la institución pudieron demostrarle todo el cariño que le profesaron y que su paso por la administración dejó huellas entre todos.

La familia de Juan es nuestra familia también, fue el padrino de mi hijo Pablo, quien dice que se le fue su segundo padre, el que siempre estuvo a su lado en todos los momentos importantes de su vida y puedo decir que en lo de nuestra familia.

Vino de una gran familia de profesionales, hijo de don Manuel (Manono) Hernández, ya fallecido y doña Alsacia que vive todavía.Esposo de mi entrañable comadre, Altagracia Tavárez, padre de Lina y Randy, Juan nos deja con una honda tristeza, porque todavía tenia mucho que dar a su familia y al país.

Con Juan nos unían lazos de profunda amistad, los mejores años de nuestras vidas los compartimos juntos, su alegría y optimismo fueron una marca en él, su sentido del humor también, igual que su inteligencia, su amor a la familia y su solidaridad.

Es doloroso el momento en que escribo, pero a veces no tenemos la oportunidad de decirle a las personas cercanas cuanto los queremos y es cuando se nos van que hacemos un resumen de lo que significaron en nuestras vidas.

Juan fue el tío de nuestros hijos y quiero dejar constancia en este escrito para que Lina, Randy y la comadre sepan que somos también su familia cercana y que mientras estemos vivos pueden contar con nuestra familia como siempre hemos contado con la de ustedes.

Estamos de luto en la familia porque difícilmente haya amigos con la entereza y entrega que ese Juan Hernández, entrañable, amigo de siempre y por siempre, amigo del alma. Hasta siempre mi compadre, usted se fue primero, pero ese camino es inexorable y debemos transitarlo todos.

 

Por Altagracia Altagracia

Fuente: El periódico Hoy

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