47 años del asesinato de Caamaño y … las elecciones

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El domingo 16 de febrero había que levantarse temprano a ejercer el derecho ciudadano al voto, – único momento en el que todos valemos igual-. De cuatro mesas habilitadas para votar, solo funcionó la que me correspondía, en el Club Naco, a las 8:15 de la mañana, las otras aparentemente tenían problemas. Entintaron el dedo índice de mi mano izquierda, cogí mi cédula y me fui a casa donde puse la televisión para enterarme de lo que estaba pasando.

Esa misma mañana, la familia Caamaño había invitado a una misa por la memoria del coronel, fijada para las 11:00 en la iglesia Las Mercedes, donde los Caamaño suelen celebrar sus actos religiosos. El tránsito era ligero, llegué diez minutos antes; nos saludamos mientras la gente se congregaba.

La misa comenzó justo a tiempo, pero a las 11:00 y 15 minutos después alguien “cuchicheó “que las elecciones municipales habían sido suspendidas; fue suficiente para un “¿quéee?”. El párroco interrumpió la celebración para llamar la atención: “dejen esa noticia para cuando termine la eucaristía por favor”.

La noticia la dio alguien que llegó tarde y se había enterado en la radio de la decisión del órgano electoral ante las dificultades del sistema automatizado de votación que, pasadas las diez de la mañana, no arrancaba. Hubo quienes abandonaron la iglesia para salir a llamar por teléfono, entraban asintiendo con la cabeza de que la “cosa era verdad”.

Ya a las 11:30 de la mañana la iglesia estaba llena, los feligreses muy atentos al sermón del párroco, por cierto, a tono con el momento. Criticó las infidelidades, la mentira, el engaño, la trapisonda y reivindicó que hombres como el coronel Caamaño o como monseñor Arnulfo Romero hacen falta, porque fueron seres que antepusieron el interés de la patria ante el interés particular,” así es que Dios quiere que seamos”.

Después del sermón, vino el Padre Nuestro, la oración que enseñó Jesús y parte del ritual católico, momento en el que todos nos tomamos de las manos en señal de respeto, solidaridad y obediencia.
Llego el abrazo de la paz. Cuando el oficiante invitó a todos a darse un abrazo; ese momento fue mágico, no solo por el significado de los abrazos, sino porque el coro de la iglesia ayudó con una canción apropiada. “paz/ la paz es felicidad/paz para la humanidad/ hermano yo te ofrezco mi amistad”. Es una canción del grupo Los Guaraguao de Venezuela, muy escuchada en los años 70.

El ambiente de la iglesia no podía ser más surrealista. Lágrimas de emoción por el recuerdo del coronel que se casó con la gloria; la noticia inmediata de un hecho sin precedente en la historia de nuestra democracia, la suspensión de unas elecciones por la falla de un sistema electrónico desechado en las grandes potencias por su vulnerabilidad, pero que el árbitro insistió en imponerlo pese a que se va la luz y a que hay gente que no está alfabetizada todavía.

El cierre de la misa, antes de que el párroco diera la bendición, estuvo a cargo de Fellita Caamaño, quien mostró una bandera dominicana y el primer tomo de un libro que el coronel Caamaño dejó como legado a sus hijos. “Él no dejó dinero, pese a que venía de una familia rica, dejó el honor como ofrenda a la patria”.

Finalmente, el párroco, fray Máximo Rodríguez, nos dio la bendición: “Váyanse en paz, tranquilos, en medio de este tollo de elecciones”. La gente aplaudió.
“Parece que hoy esta regado el espíritu rebelde de Caamaño en este pueblo”, se escuchó a alguien decir.

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